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lunes, 30 de enero de 2012

Paso 1, reconocer el problema: tengo tedio intelectual

Empiezo este escrito manifestando abiertamente que la palabra y las ideas no me están fluyendo como deberían, desde hace buen rato. Razones, varias. Una de ellas, encontrarme en un estado en el cual aún ando asimilando los últimos coletazos de la frustración que me ha producido ver a muchos de mis heroes e inspiradores de los últimos años derritiendose en sus inestables pies de barro.


Entre otras, percibo con desazón que mi entorno actual está infestado de un contaminate aire farandulero, en el cual el raciocinio y la reflexión han sido abruptamente desplazados por frases de cajón, actitud hueca y filosofía pop. Que en el mundo actual es más importante como tema de discusión los movimientos de aquellos a quienes los medios nos han  hecho tragar como celebridades, que buscar alternativas para salir de la enorme sequía cultural que padecemos desde hace varios años. Que el entretenimiento se ha vuelto más importante que la formación. Que la gente quiere pensar menos y consumir más. Que las voces de protesta actuales tienen que venir acompañadas de sensacionalismo, ejercicios deficientes de poesía y uso de lenguaje obsceno sin sentido crítico para ser tenidas en cuenta. Que las cosas, entre más iconográficas, más exitosas. Que entre más confusión, más éxito.

Esto me recuerda aquel capítulo de los Simpson en el cual Lisa empieza a darse cuenta que, por causa de un gen de su familia, está condenada a perder su lucidez mental conforme el paso de los años, para volverse una persona más del montón. Me pregunto si, en lo personal, estoy condenado a reservar las ganas de intelectualidad por causa de un destino que insiste en ubicarme en espacios poco motivantes, que con el paso del tiempo tienden a ser más y más superficiales. Respondo: me lo reservaré, sin duda. Pero no seguiré tragando entero. Afortunadamente lo que tengo es tedio, no resignación.

Es claro que entiendo la dinámica de las corrientes filosóficas y comunicativas de la sociedad actual, pues estoy inmerso hasta la punta de los cabellos en ella. Lo que no logro entender es donde se quedo la capacidad de analizar, profundizar, filosofar y trascender acerca de la cotidianidad. No entiendo ese afán de producir forma sin contenido. No entiendo de donde sale tanto pan y tanto circo para mantener contento al pueblo. Y no entiendo porque el pueblo lo consume tan sistemáticamente, manifestandose satisfecho y feliz.

Pues ya reconocido el hecho, supongo que el siguiente paso será tomar acciones. La primera de ellas será similar a la de Lisa Simpson en aquel mencionado capítulo: darme un último banquete intelectual antes de perder el raciocinio por completo, aunque a diferencia de ella, el mío será el primero de muchos más, en procura de saciar este voraz apetito. La segunda será dejar atrás esas cosas que alguna vez me generaron buena fuente de conocimiento y reflexión, pero que, por causa del mismo tedio, la falta de bases o simplemente porque las cosas llegaron a su fin cuando parecía que no, se agotaron. La tercera, dejar atrás todo aquello que en su momento me motivó a crecer mentalmente, en lo cual confié ciegamente y terminó siendo cualquier otra cosa más diluida en la corrosión de la banalidad. La cuarta, retomar aquellos esbozos de creación que están en el tintero y que por X, Y, Z, A, B, C, D, Etc motivo he dejado en stand-by. La quinta, esperar que el tiempo y el destino hagan lo suyo con la manera sabia que siempre les ha caracterizado.

La sexta, procurar escribir más seguido en este espacio, con menos quejas y con temas más interesantes. Gracias por leer.

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