Las barreras de distancia que Internet y las redes sociales han logrado romper respecto a las relaciones humanas son, hoy en día, una incógnita. Pregunto: ¿si una pareja que vive lejos comparte todos los días a través de un medio virtual sentimientos, emociones y ganas de estar juntos, eso no cuenta como un día más de relación vivido? ¿Es suficiente pretexto para terminar una relación a distancia el hecho de que los días físicos y reales hayan sido notoriamente menos que los días de compartimiento virtual, a pesar de que la emoción mutua haya sido la misma en ambos casos?
He tenido muchas reflexiones sobre el tema. Ciertamente, nada es comparable al calor de un beso, ni a la emoción de ver a la persona amada/deseada/querida/anhelada/etc, ni a la sensación de un abrazo frente a frente. Pero, ¿las emociones volcadas a través de un videochat con esa persona amada/deseada/querida/anhelada/etc, no resultan, muy a su manera, a consideración como experiencia para alimentar una relación?
Me confieso abiertamente. Intenté una relación a la distancia. Y, literalmente, me entregué y lo disfruté al tope. Cada sesión de videollamada compartida -guardando las debidas proporciones y reconociendo el valor innegable de tener a la persona amada/deseada/querida/anhelada/etc frente a frente- significó tanto para mí como esos pocos días de contacto físico. No fueron mi mejores ni peores, simplemente tuvieron un valor grande, lo suficiente como para saber que no me hacía falta su presencia física, pues esa vendría pronto.
Y creo que ese es el punto. Fui yo quien así lo asumió así, no la otra persona. Decidí empatar sentimientos reales y virtuales y estar de firme, en ambos planos. Y nuevamente, no fui correspondido de la misma manera.
Quizás pueda ser tildado de loco al expresar que, después de esta experiencia, he desarrollado un fino sentido de la cibersensibilidad, con el cual puedo percibir y vivir emociones compartidas y transmitidas a través de la fibra óptica, y que encuentro áltamente motivantes. Pero, he de confesar también que hace unas pocas semanas me sorprendí descubriendo lo invencible que se sintió mi espíritu frente a un mar de azules sin fin, con la brisa golpeándome la cara. He de confesar que hace unos días abracé un árbol y me sentí confortado como hace mucho no me sentía. He de confesar que ese mismo día, caminando por la calle, tuve un encuentro espontáneo que me robó una sonrisa. Y he de confesar que, en realidad, extrañaba sentir esas cosas en vivo y en directo. Y creo que es hora de empezar a disfrutarlas en pleno.
P.D.: Desde mi cultivada cibersensibilidad, opino que si esa persona con quien solías tener una relación a distancia te elimina sistemáticamente de Facebook, de Twitter, De G+ y demás opciones, de tajo y sin previo aviso, no te quedes en la ciberindignación; simplemente ponte tu mejor pinta, sal a la calle, toma el sol (o mira las luces de la ciudad, si es de noche), cómete un buen helado del sabor que más te guste o bébete tu cerveza favorita o consigue ese postre al que no puedes resistirte, deja que el disfrute del sabor te robe una sonrisa de oreja a oreja y que esa sonrisa sea tu arma para conquistar el mundo real, pues el virtual es tuyo desde hace mucho, pero mucho rato y nada pasará si decides ausentarte de él por un rato. Lo digo por experiencia.
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