Hace 4 años tuve un bache de borrón y nueva cuenta. El comienzo de un nuevo rumbo. Sucedió después de un año y medio soportando el asedio de muchas serpientes que finalmente lograron su cometido. Terminé siendo el malo de la película, como solía ser costumbre en aquel entonces. Fui sacado por la puerta de atrás. Creyeron que me habían consumido con todo y luz. Pero no.
Estando fuera de un sitio que durante 18 meses me consumió horas, espacios, alegrías y dichas, vine a darme cuenta de cuanto me había cerrado las puertas. Si, fui yo y nadie mas que yo quien se las cerró. Insistí tanto en querer luchar por un buen par de causas que estaban perdidas desde hace mucho, que terminé con un pesado par de anteojeras sobre mi cabeza, solo viendo lo que tenia en frente y sin manera de ir mas allá de mis narices. Ciertamente fue necesario vivir ciego durante todo ese tiempo para poder ver diáfanamente lo que vendría más adelante.
Y bueno... ¿que tiene que ver esta retrospectiva con los sueños? Más de lo que piensan. Hace 4 años, se me había olvidado por completo lo que es tener un sueño a seguir. Hace 4 años renuncié a la felicidad como un objeto de vida. Hace 4 años, entre derrotado, endurecido, resignado y escéptico, tomé decisiones de vida que aun hoy día me sorprenden por su crudeza. Muy necesaria crudeza. Era el mundo consumiéndome, o era yo devorándolo. Darwin no podía estar más vigente para entonces.
Ahí estaba. En blanco. Mirando con arrogancia adolescente al mundo, sin tener ya derecho a ella (tenía recién cumplidos los 30). Desafiante. Con los pulmones llenos de aire enfurecido. Si, enfurecido. Conmigo mismo. Por testarudo. Por dejar que las cosas simplemente sucedieran sin hacer nada al respecto, y luego creer ciegamente que todo y todos estaban ensañados contra mí. Dispuesto a decirle a cualquiera en el camino "pregúnteme cuanto me importa". Ahí estaba, desafiándolo todo, porque, sin duda, sentía que ya no tenía nada más que perder. El destino, a manera un tanto irónica, vio en mi blanco un fino papel para escribir. Y empezó a narrar minuciosamente lo que sería una serie de sucesos dignos de la más delirante inspiración griega.
En 4 años ha sucedido de todo un poco, con tendencia a demasiado. Abandoné en nombre de mi renovado amor propio, conquisté, me dejé conquistar, me timaron prácticamente en las narices, compartí un corazón de coco y una uña verde (ese es un tema sobre el cual escribiré en unos días, comprometido), me enamoré, lo disfruté y me desencanté, terminé siendo el malo de la película (de nuevo) solamente por tener la certeza de que las cosas ya no tenían rumbo... y en medio de todo eso, hubo un sueño. Siempre estuvo ahí. Hube de esperar casi 4 años para reconocerlo. Para enfrentarlo. Para darme cuenta que ahí estaba. Solo tenía que dejar de pensar. Dejar de vivir tan insistentemente en la realidad. Dejar que sucediera sin mucho espacio a la voluntad. Como en los sueños.
En 4 años tuve un empleo en el cual ganaba bien y hacía poco. Tan poco, que a ratos sentí que me pagaban por dormir, beber cerveza y salir a caminar sin rumbo. Luego, tuve otro empleo en el cual ganaba un poco menos, pero que me llevó de vuelta a reconciliarme con la publicidad, con la cual había roto relaciones hace unos años atrás, luego de muchos fracasados intentos por triunfar en medio de un ingrato entorno profesional. La reconciliación fue de mente abierta, era un trabajo independiente. Dos años en los cuales el jefe era yo, siendo una de las más recurrentes órdenes de las mañanas "diez minutos mas y me levanto, lo juro...". Luego, cuando la independencia comenzó a tornarse incomoda e inmanejablemente dependiente, decidí enrolarme en un contrato que vino de la mano con un frente a frente concientemente esperado. Ahí estaba entonces, guiando a un grupo de adolescentes desde mis rezagos de arrogancia (ya no tan adolescente), con una combinación de certeza, conocimiento y desencanto frente al mundo... y de repente, un día abro el correo electrónico y me encuentro con un mensaje en el cual se me confirmaba que había sido recibido para el trabajo que había anhelado desde hace mucho tiempo, y que solamente tenía contadas horas para decidir si lo tomaba o lo dejaba. Y entonces, todo simplemente sucedió. Tomé el trabajo sin pensar mucho. Luego todo siguió sucediendo, en el espacio más surrealista que haya conocido en mucho tiempo. Hoy sigue sucediendo. Sigue siendo divertido y un poco inexplicable. Como en los sueños.
Hace 4 años, estaba dejado a un futuro que pintaba gris, del cual no mucho esperaba: comer, dormir, sobrevivir en la jungla, como el animal que en el fondo somos todos los humanos. Y muchas cosas empezaron a suceder. Gente muy valiosa empezó a aparecer en el camino. Sucesos amargos y dulces que me llenaron de sabores las jornadas. Situaciones que aun no termino de creer. Y que prefiero simplemente no creer. Mas bien disfrutar, vivir, sentir, anhelar, palpar. Hoy, percibo montones de colores, olores, lugares, personas, animales (un buen día estaba en mi casa y de repente, una gata entró por la puerta como si viviera conmigo de toda la vida... entonces, de la nada, tengo mascota), sentimientos, sensaciones, anhelos... todos de una manera muy literal y lineal. Como en los sueños.
Cuatro años atrás me asumí como un mortal más, esperando tan solo ese momento. Hoy, sin proponermelo, ando en medio de un letargo. Tan profundo y tan pesado que casi tengo la certeza de que no despertaré. Se que no soy una ilusión, o un espejismo pasajero. Se que todo puede volverse pesadilla. Y se que depende de mi dejar que se convierta en pesadilla. Tengo la certeza de que no ocurrirá, todo esto es una larga narcosis. Mientras perciba que todo lo que ocurre alrededor es una mezcla de alegrías, furias, tristezas y locuras. Mientras solo observo y me dejo impresionar con lo que literalmente va ocurriendo. Como en los sueños.
Hoy día, así las cosas, no tengo sueños, yo mismo soy un sueño.
¿Y usted, sabe donde están sus sueños en este momento?
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