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martes, 15 de octubre de 2013

De clasificaciones al mundial, países de "primer mundo", políticos jodiendo todo, colombianos haciendo nada y demás demonios implícitos

Hoy he decidido retomar el hábito de la escritura en este empolvado blog a raíz de un tweet/comentario/mención que se se ha convertido en un viral a través de redes sociales, en el cual se genera un ataque agudo y sarcástico sobre el comportamiento colombiano desde un fenómeno cultural que se encuentra en boga por estos días gracias a sus flamantes rectas finales: las clasificatorias finales al Mundial de Fútbol que se llevará en Brasil el próximo año. La frase en cuestión alude al hecho de que Colombia haya logrado entrar al mundial tras 16 años -los cuales traen a cuestas una dolorosa historia de corrupción, muertes, negligencia, burocracia y falta de compromiso nacional, es menester mencionarlo-. Palabras más, palabras menos, así dice:

"Canadá no va al mundial y tendrá que conformarse con 20 premios Nobel y uno de los niveles más altos en calidad de vida. Pobres diablos, cuanto nos deben envidiar".

He estado expuesto a la ya famosa frase gracias a sendas cantidades de retweets y shares en Twitter y Facebook, respectivamente. Cada réplica destaca a manera de adición hechos lamentables a los que nos hemos visto expuestos recientemente en  Colombia: un aumento infame de sueldo para los congresistas, los muertos que generó la celebración, la cínica audacia de un concejal ebrio al volante huyendo de la ley -con su captura y su posterior puesta en libertad-, el olvido de las condiciones a las que siguen expuestas los campesinos del país por causa de la firma de un TLC que sabotea ferozmente sus condiciones de trabajo. Entre toda esta cadena de denuncias, destaca un manifiesto: el hecho de que el colombiano permita que la clasificación al mundial sea convertida en una cortina de humo más tras las cual se esconde la absurda realidad a la que nos vemos expuestos, alimentada ésta por el oportunismo de cuanta figura pública se resguarda en este suceso para ganar simpatía frente a la ciudadanía y ensalzada por una insistente comparación con sociedades que cuentan con niveles socioculturales evolucionados. Así, los sarcasmos que evidencian cuan "frustrante" debe ser para Canadá no tener una victoria futbolista que entre a engalanar su impecable esquema de logros políticos, intelectuales, culturales y sociales, versus lo "apoteósico" que resulta para Colombia lograr la misma proeza, convertida en un opio que nos enajena frente a nuestra golpeada, manipulada y deficientemente desarrollada estructura sociocultural, han estado a la orden del día.

Lo que inicialmente debió ser una réplica más de mi parte frente a la frase en cuestión se ha convertido entonces en un manifiesto frente a las críticas ya expuestas. No es mi ánimo ponerme a favor o en contra de nada ni de nadie. Todo lo contrario. Creo que ya he leído demasiados ataques de todos contra todos, y he de decir que esta cultura del ataque y la crítica sin una acción concreta que se ha instaurado en Colombia me tiene harto desde hace mucho tiempo, así como también la tendencia nacional a lanzar improperios varios frente a las situaciones sin tomarse la molestia de analizar la situación desde diversos puntos de vista, afincándose tercamente en la tendencia dual donde todo es bueno o malo y no hay cabida a matices que permitan una magnitud amplia de los contextos.

Antes de sacar una conclusión, hice el ejercicio. Analicé todas las posibilidades, para no terminar lanzando otro improperio más que alimente la larga cadena de criticas que tan bien amarrados de pies y de manos nos tiene como sociedad. Terminé confirmando algo de lo cual estoy convencido hace mucho: uno de los grandes problemas culturales que tenemos como colombianos es nuestro afán desmedido por compararnos y subestimarnos con cuanto país "civilizado" existe, en vez de conformar una ciudadanía soberana que nos lleve a gestar soluciones necesarias para evolucionar autónomamente como nación, sin seguir empecinados en amoldarnos al pie de la letra dentro de modelos socioeconómicos diseñados para lo que tanto insisten cotidianamente en vendernos como "primer mundo".

Así es, Colombia clasificó al mundial. Si, también tenemos un presidente canalla que le sube el sueldo descomunalmente a los inútiles congresistas. Si, tenemos concejales que manejan ebrios, quebrantan la ley y siguen campantes. Y si, preferimos insistir en compararnos con el resto del mundo en vez de asumir nuestra propia realidad, esa que -queramos o no- estamos en la necesidad de vivir por ser nacidos aquí, en Colombia, esa que nos exige como deber tomar partido activo frente a ella. Sin desconocer la existencia de Canadá, o Estados Unidos, o Suecia, o cualquiera de los tantos países que nos muestran insistentemente como ejercicios exitosos de desarrollo sociocultural, no entraré a defender sus evidentes niveles de lucidez sociocultural, porque simplemente es algo que considero no es de mi competencia. No me veo enfrentado a sus realidades día tras día. No soy ciudadano de ninguno de esos países de "primer mundo", soy ciudadano colombiano. Y en vez de lamentarme insistentemente por no haber nacido en alguno de estos sitios o no tener los recursos suficientes para instalarme en alguno de ellos y disfrutar de su avanzada fertilidad como sociedad, considero más pertinente pensar en como aportar a mejorar la situación colectiva nacional desde la construcción social, cultural y económica con la cual contamos, inspirándome en los referentes que funcionan bien en esos países, más no transcribiéndolos al pie de la letra sino pensándolos dentro de nuestra propia realidad.

Sin ánimo, reitero, de que este texto se convierta en un discurso a favor o en contra de cualquier punto expuesto, concluyo con esta consideración: somos una sociedad que siempre está criticando las pajas que tenemos en los ojos, esas que no nos permiten una visión acertada de las cosas, y de ahí no pasamos. Cosa distinta sería si decidiéramos ayudarnos a quitárnoslas unos con otros para que nuestra visión colectiva mejore, no solo como nación colombiana, sino como ciudadanos de un planeta que termina siendo la víctima maniatada de nuestras acciones. Respecto a Canadá, siendo citado como país abanderado en desarrollo sociocultural, considero pertinente mostrar -con el animo de generar un análisis concienzudo que transgreda la dualidad de opiniones- algunas de sus realidades recientes: los casos de Amanda Todd y Rehtaeh Parsons, jóvenes ciudadanas canadienses, en los cuales se hace tristemente célebre aquello de que hay cosas que pasan hasta en las mejores familias.

2 comentarios:

fairleyquarterman dijo...

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