Después de algunos meses de declararme en contra de la felicidad y en pro de la alegría, me he sentado el día de hoy a evaluar qué tan bueno o qué tan malo ha resultado. Evaluemos los pros:
1. Liberarme de esa insoportable sensación de vacío que produce no tener toda la felicidad que uno quisiera, pues la alegría lo llena todo a desborde.
2. Hace mucho, pero mucho tiempo no sentía la mente tan despejada, tan lista, tan despierta, tan permeable a todo el entorno, hace mucho no me alegraba al ver que el día tenía un cielo de color azul infinito, con un sol diciéndome "este es tu día y de nadie más", hace mucho no cantaba canciones a pulmón abierto caminando por la calle, hace rato no me reía a carcajadas, hace rato no sonreía por sonreír.
3. La alegría se ha convertido en mi nuevo combustible, gracias a ella y en nombre de ella he entregado saludos, abrazos, sonrisas, besos, caricias, frases, deseos, ímpetu. Buena vibra para andar sin límites.
4. Cuando pretendía ser feliz, la sensibilidad se me había perdido en un limbo. Digo, no es que hubiese dejado de ser sensible, solo es que la sensibilidad vista desde la felicidad toma tintes de superficialidad y egocentrismo, así que solamente te sensibilizas con aquello que, desde tu perspectiva feliz, te parece triste, o lo que sientes afín con tu felicidad. Cuando estas alegre la sensibilidad toma un nuevo valor, se siente desde muy adentro y por todo lo que está afuera, te hace ver los colores más nítidos, las cosas simples muy valiosas, las situaciones que normalmente te parecían indiferentes más cercanas y los sentimientos más básicos mucho más sublimes. La alegría me viene del alma, la felicidad la tenía desde afuera, la diferencia es clara.
5. Descubrí que la felicidad me hizo olvidar cosas como dar besos, sentir besos, disfrutar caricias, navegar en la mirada de alguien más. Descubrí que cuando eres feliz te velas a muchas percepciones en función de todo aquello externo que te brinda felicidad. Con la alegría, vivo y siento de vuelta lo esencial, el sabor y el calor de unas manos, de una boca y de una mirada que se convierten en el preludio de una fusión, que se toman tiempo para preparar el terreno.
6. la alegría me hace sentir más cercano a las personas. Cuando no eres feliz, terminas anhelando, aborreciendo e incluso envidiando a quien si lo es, convirtiéndose esto en una barrera que te aleja de mucha gente y de muchas vivencias. Ahora que soy alegre, me siento más afín a todos, pues aunque tengamos más o menos felicidad, la alegría sigue siendo un bien común para todo y para todos.
7. La alegría me ha convertido en un imán de gente que sabe en el fondo que la felicidad no es la respuesta, me ha abierto puertas que siempre estuvieron ahí y que no había percibido, o que por causa de la felicidad había cerrado.
Ahora, los contras...
1. Estar alegre hace que me aleje diametralmente de todo y de todos aquellos que me hicieron feliz en una ocasión. No es fácil ni grato romper y/o redimensionar vínculos con gente con contextos que marcaron tu destino. No sé si sea correcto hacerlo, solo se que ésta es de las decisiones más conscientes que he tomado en mi vida, y que el hecho de percibir algo de malo en ella logra que este estado no caiga en la perfección, lo cual pienso es bueno pues, a mi modo de ver, todo aquello que se muestra perfecto tiene la tendencia a caer en lo banal, en lo inhumano.
Así es como van las cosas tras el grito de independencia.
Para concluir, cito a un señor que habla todos los días por la mañana en un programa de televisión, no recuerdo su nombre, solo recuerdo que siempre cierra sus intervenciones diciendo "que la felicidad los atropelle". Espero que no me atropelle de vuelta, la última vez que lo hizo me dejo secuelas muy dolorosas.
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