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sábado, 8 de septiembre de 2007

Carta abierta a esa persona a quien le perdí afecto

Hola. Escribo ésta 3 días después de aquella errática noche. Ya con más calma, con los sentimientos menos revueltos, con el corazón más tranquilo y con la cabeza más relajada, con la alegría que ebulle de mí desde hace un tiempo, pero con el raciocinio suficiente para saber que no estoy dispuesto a dejar de sonreír y que iré en diametral contra de todo (TODO) aquello que así me lo impida. Hoy lamento confirmarte que, efectivamente, cada vez te pierdo más afecto. Ésto me lleva a ver la necesidad de decir cosas puntuales para justificar por qué me siento así. Es la justificación el único medio que me queda en este instante para demostrar cómo ésto tiene tanto de ingrato como de sincero. Suena paradójico, lo sé, pero los sentimientos humanos son eso, una paradoja. Aquí voy entonces:

1. Perdóname. Sé que proceder así de mi parte es traicionar una amistad legendaria, de las que poco o quizás ya no existen. Solo reacciono a lo que tú has mostrado durante mucho tiempo, una persona que quiere estar aquí y en cualquier lugar, alguien que no puede pertenecer a un solo sitio, que sigue cualquier brillo que encuentre a su paso, así no sea oro. Me ha costado trabajo reconocer eso en tí como una cualidad, sobre todo teniendo en cuenta que precisamente fue esa cualidad -y aun lo sigue siendo- una de las cosas con las cuales me heriste en el pasado. Me indignaba ver como preferías seguir otros brillos sin estar seguro de que fueran oro, cuando en mi tenías un dorado sol. Me indigna hoy ver que decidiste ser infiel de sentimiento. Me indigna darme cuenta de que te sentías tan a gusto con lo que te di, que te creíste en capacidad de ponerlo en una balanza con cualquier otra cosa. Y ahora que hago todo el esfuerzo posible para comprender que, aquello que encontraste, que te aleja cada vez más de mí, es lo que quieres tener, y que ese es el lugar en el cual quieres estar, en el cual te declaras feliz de estar, siento la necesidad de pedirte perdón por no poder sentir el afecto que debería, por no poder estar alegre por ti, por no estar en capacidad de compartirlo juntos como los amigos legendarios que nos propusimos ser. Lo lamento, mi indignación es más grande.

2. Compréndeme. A mí me toco aniquilar un sentimiento. Tuve que mutilar todo aquello que sentí por ti, cuando, de las mil maneras posibles que encontraste para hacerlo, me demostraste que poco valía la pena brindarte cosas. Luego apareces como si nada hubiera pasado, buscando como de costumbre quedar como inocente, escudándote en mis acciones. Siento hoy en día que no te amo, pero no porque el sentimiento se haya extinguido, sino porque tuve que aniquilarlo. Eso significa que podría estar sensible a renacer. No quiero creer en un sentimiento sin fundamento, ya no creo en el amor que se alimenta del anhelo mientras el otro ser no está, que supera fronteras, barreras, decepciones, desengaños y bla, bla, bla. Ver que no solamente preferiste estar con alguien más, sino que no eres consciente del lazo tan fuerte que aún nos une -a pesar de que sintamos que ya no nos amamos- hace que me decepcione de ti y que te pierda afecto. Tú, que me hiciste ver la grandeza del amor verdadero. Tú, que hoy en día no eres capaz de verlo. Tú, que sigues cualquier brillo creyéndolo oro.

3. Asúmelo. Noto que cuando decidiste alejarte de mí, no mediste las consecuencias. Tenías tanta confianza en mis sentimientos que creíste poder abusar de ellos, creíste que podías ir y venir en cualquier momento, creíste que podías usar de mi lo que necesitaras e irte sin que nada pasara, sin importar que estaba sintiendo yo. Y es culpa mía, lo asumo: "nunca olvides que quien se deja tiene la culpa siempre". Era muy, muy grande mi sentimiento por ti. Tú estabas en disposición de recibirlo, tanto que te creíste en capacidad de abusar de él. Ahora que ya no hago parte de tu camino como debería serlo, tú decides que quieres tenerme como un buen amigo. Yo lamento decirte que los amigos se tienen afecto, que los amigos no se desean, que los amigos están alegres juntos cada vez que uno de ellos brilla. Tú me dices que te alegra sentirme bien ahora, yo en cambio simplemente te pierdo cada vez más afecto. El lazo que nos une es muy grande, el sol no se puede tapar con un dedo. Mientras ese lazo este ahí, tu seguirás queriendo tener de mi lo que necesitas y yo cada vez querré brindártelo menos, en procura de no permitirte una herida más. No hay peor ciego que quien no quiere ver, te dije hace 3 días. Supongo que el brillo que sigues ahora te enceguece, o no te permite ver más allá, o más acá. Quizás realmente si es el brillo del oro que tanto has anhelado. Whatever. Espero no te tropieces...

Después de dar mis razones, afirmo con desencanto como mis sentimientos siguen menguándose. No con orgullo, ni con rencor, ni con resentimiento. Es una defensa, es una forma extraña de dignidad, es falta de sentimiento. La verdad, no sé qué sea. Lo único que considero necesario justificar de todo ésto son los motivos que me llevaron a sentirme así, mas no un por qué exacto. Deduzco nuevamente con todo ésto que el sentir humano es una paradoja, pero ante todo, es el sentir.

Me despido por hoy, 3 días después de esa errática noche. No te deseo nada, ni bueno ni malo. Perdón de nuevo, en realidad cada vez es menos el afecto.

John.

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