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lunes, 24 de septiembre de 2007

Tirar la piedra y esconder la mano también es un arte

Últimamente he llegado a muchas conclusiones, las cuales si bien no son la panacea para que este planeta viva en paz, o la base del nuevo orden mundial, por lo menos me han permitido asimilarlo como un lugar amablemente habitable. Una de ellas, el hecho de que cada uno de nosotros define lo que es bueno o es malo, razón por la cual todo argumento al respecto, aunque no precisamente sea de compartir, es respetable. Otra, una de las cuales quizás es la más radical y desagradecida de mi parte -de antemano pido disculpas a todo aquel inocente que en algún momento se vea afectado por esto-, deshacerme desde la raíz de todo aquello que no me aporte nada bueno. Hace algunos minutos aplique esta segunda...

Voy al punto: hace mucho, pero mucho, no recibía opiniones extremadamente directas acerca de mi modo de pensar o sentir, en particular de personas poco cercanas a mi. Así que, hace unos minutos me encuentro con un punto de vista sobre algo que concierne a mi persona, que posiblemente sea válido y respetable -primera conclusión-, pero el cual considero poco o nada útil, por esta razón simplemente no lo comparto y lo descarto de raíz -segunda conclusión-. 

Ahora, para justificar el título de este escrito, voy aún más al grano: aquel punto de vista no solo resulto ser completamente anónimo -no tengo ni idea del autor(a)-, y si le conozco, no recuerdo quien sea -tengo memoria de pollo, los que realmente me conocen lo saben-, sino también cargado de un nivel de lenguaje que no utilizo con nadie, produciéndome ésto una sensación de desconcierto. Tal vez tiempo atrás me hubiese resultado un motivo de ofuscación. Hoy, solo me sirve para deducir que si se lanza una piedra con la intención de esconder la mano, se deben tener en cuenta detalles mínimos, como que la piedra sea del tamaño y la forma ideal para que logre el golpe deseado, o que la mano quede lo suficientemente bien escondida para no correr el riesgo de ser reconocida en un futuro, y sobre todo, que se necesita practicar bastante para que la piedra cumpla su principal objetivo: dar en el blanco y dejar una marca.

Dejo muy presente algo: ante todo uso este espacio como una forma de mostrar mi manera de percibir y vivir este mundo. Muchos pensaran que lo que escribo es bueno, otros pensaran que es malo. Muchos no le encontraran sentido y lo descartaran de raíz. Cada vez soy más consciente de cómo, en ciertas ocasiones -quizás en todas-, el fin justifica los medios.

En ultimas, tengo una conclusión más: ante todo lo que se diga, o se haga, hay que saber tener la frente en alto... incluso para tirar una piedra y esconder la mano. Se necesita actitud para poder decirle a la víctima de la piedra que no fuiste tú, para que la víctima se lo crea.

Nada más por ahora, solo desearles mucha alegría. Y asegurarles que si algún día les tiro una piedra, siempre sabrán que fui yo, con el firme propósito de pedir perdón por ello si estuviera mal.

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